sábado, 21 de febrero de 2009



Admito que soy increiblemente adicta a ver Pare de sufrir a la madrugada. Puede ser el tono del pastor que me remonta a la praia y a beber de un coco en Buzios; pueden ser las oh-so-great dramatizaciones que indican que Depresión equivale a tomar 47 aspirinas con alcohol berreta comprado en el Argenchino, o tal vez puede ser que en el fondo quiero pensar que si esa gente lucra tán cómodamente con la fé ajena, algun dia tranquilamente podria existir la Iglesia del Reino Universal de Flor.

Y los bendigo a todos con cerveza.

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